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miércoles, 14 de octubre de 2009

La sandwichera

El pasar tanto tiempo fuera de casa, viajando, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Está claro. No me he quedado calvo pensando, ¿verdad?

Hoy ha sido un día más aquí, en Horsham, pero al final del día ha habido un pequeño respiro a la vorágine de horas de trabajo que estamos teniendo desde ya no me acuerdo cuándo.

Tenemos por aquí a un compañero, del cual, como viene siendo habitual, no pondré su nombre, que ha hecho algo que me ha impactado como hacía tiempo no me impactaba nada.

Quizás yo me he pasado durante la cena, pero es que seguro que estarás de acuerdo conmigo que no hay para menos.

Resulta que el colega está en el hotel. Imagina. Una habitación triste e impersonal a la que vas cada noche. No sé si tienes la experiencia de pasarte largas temporadas fuera de casa viviendo en un hotel, pero si la tienes, seguro que lo vas a entender.

Pues no me he enterado que se ha comprado una sandwichera... ¿Te lo imaginas? Es el típico regalo cutre salchichero que te hace algún hortera el día de tu boda. Joder, un cacharro que lo único que hace es ocupar espacio en cualquier armario de la cocina hasta que reunes el suficiente valor para decir... Hasta aquí hemos llegado. A tomar por saco con este engendro eléctrico. Espero que a ti nadie te haya regalado ese "pequeño electrodoméstico". Bien es cierto que en los últimos años, te compras la nevera, la lavadora, la tele o cualquier otra cosa por el estilo, y zas!! te regalan el aparatillo. Metes pasta en un banco... pues venga, también te la regalan.

Entiendo que sabes de lo que te hablo. Pues nada, que el tío va y se la compra... Claaaaro, estaba de oferta en el puñetero ASDA (supermercado de Crawley que abre las veinticuatro horas del día). ¿Se la compra para llevársela a casa? Pues no, el tío se la compra para calentarse en la habitación los sandwiches de jamón y queso que se compra en el supermercado. Jodeeeeer. Si es que no se puede ser más... (no sé que poner ahora mismo aquí).

Bueno, resulta que además, el puñetero invento es una excusa perfecta para invitar a una tía a la habitación. No quiero ni imaginármelo. ¿Hace un sandwich en mi habitación? Pero bueno, ¿dónde queda el macho español? Yo creo que le digo a mi mujer algo así y se ríe de mí el resto de la vida, vamos, hasta que el infierno se congele. A la mayoría de las mujeres que yo conozco, les suelto algo así, y no se lo creen. Seguro que hasta tú lo estás dudando ahora mismo.

Si Georgie Dan lee esto, seguro que nos monta otro éxito del verano después de la barbacoa... ¿Lo ves? "La sandwichera, la sandwicheeeera... Laaa sandwicheeeeera...."

Digo yo, quizás da mejor resultado una churrera, así, al menos, las puedes invitar a desayunar, aunque no sea en la habitación del hotel.

Lo mejor del tema es que nos ha dado a X. y a mí un buen argumento para estar riéndonos durante la cena. Una cena, por otro lado, de repetición en el chino. (Aquí había escrito algo que X. me ha criticado de forma violenta y desnuda).

Lo dicho, me lo he pasado bien. Hacía días que no salía a cenar por ahí y me tomaba tres cervecitas.

El problema es que, después de la cena, todo el mundo ha decidido retirarse a sus aposentos. Nos estamos amariconando o, sencilamente, algunos ya damos miedo. No lo sé. Lo que si que sé, es que siempre somos los mismos los que mantenemos viva la chispa de la vida en estas reuniones, aunque a algunos les pese. Al menos, a aquellos que nos llevamos bien, nos sigue dando motivos para reunirnos y echar unas risas.

Ahora no sé que hacer. Me siento como si me hubieran dejado a medias. La noche era joven, y así la hemos matado.

Buenas noches y buena suerte,

àlex

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