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domingo, 14 de noviembre de 2010

¿Vencer o convencer?

En la historia se ha hablado mucho de la gloria, de la victoria, de la competitividad. Se ha dicho de todo. Supongo que, al escribir ganadores y perdedores, se ha podido dibujar cualquier matiz al respecto.

Al llegar a una edad que no sé dónde fijar, aparece en nosotros esa competitividad. En algunas personas aparece antes, en otras después, pero siempre aparece. Puede permanecer oculto bajo otras capas de timidez, falta de autoestima o cualquier otra que seguramente ni siquiera conozco, pero ahí está.

Y la competitividad tiene ese lado oscuro que puede convertirnos en seres despreciables que disfrutan machacando a los demás. En los adultos, al menos, lo veo día sí y día no…

Ya sabes que yo soy muy competitivo. En algunas ocasiones, quizás incluso me excedo, pero creo que siempre he mantenido la luz en mi camino. Seguro que en alguna ocasión, mi paso a ese lado oscuro ha estado cerca, pero siempre vuelvo a la senda correcta. Esa competitividad creo que me hace incluso mejor persona.

Ayer pude ver, en todo su esplendor, esa competitividad en los adultos que te lleva al peor de los lados oscuros (the dark side of the dark side). Se materializó durante un partido de fútbol. El escenario, un campo de fútbol 7 en mi ciudad. Los actores, niños de entre cuatro y cinco años. Los directores, padres, adultos en teoría. Los espectadores, más padres.


Sabíamos que tenían un equipo mejor. A diferencia de la mayoría de clubs, la letra A que acompaña al nombre de nuestro equipo es sencillamente para poder distinguir a los cuatro equipos que tenemos en la categoría, pero para nada clasifica a nuestro equipo como el mejor del club. Sencillamente, los hemos repartido en cuatro equipos. Hemos dejado a un lado la competitividad… De momento...

Cuando empezó el partido, ya pudimos ver cómo jugaban. Eran superiores físicamente. Como siempre, dos niños que resaltaban sobre los demás que, aunque se movían por el campo con cierto criterio, no eran superiores a los nuestros. Por su parte, dos adultos en el terreno de juego, el reglamento sólo admite uno. Pudimos parar el encuentro, pero los niños deben jugar.

Se vieron cosas que no son normales en niños de esa edad. Se encararon con el público haciendo gestos con la mano, realizaron entradas dignas de tarjeta roja en otras categorías, desentendiéndose de la pelota. Los padres-entrenadores (sus entrenadores oficiales no pudieron acudir), les obligaban a seguir presionando en el último cuarto, aunque la ventaja fuera ya de nueve goles. Indigno.

Yo me pregunto sobre el camino que seguimos tomando en esta sociedad. Estoy convencido que seguimos generando monstruos en potencia. Educamos a los niños en el desprecio hacia sus iguales, riéndoles actos que nosotros mismos les inculcamos, actos que luego podemos ver en los informativos cómo se vuelven contra su familia y contra nuestra sociedad.

No aprendemos.

Afortunadamente, quedan personas en este mundo, cuyas convicciones hacen que los valores estén por encima de nuestras proyecciones del afán de victoria. Existen personas que enseñan a los niños a jugar a fútbol (en este caso es el fútbol, pero creo que podría ser la metáfora), les enseñan a ducharse y cambiarse de ropa solos, les enseñan a respetar al resto de niños como iguales, les enseñan a disfrutar de lo que hacen y con lo que hacen, les enseñan que la victoria no es el fin.

Ayer jugamos un partidazo. Nos ganaron de paliza, pero sobre el verde tapiz, hubo sólo un equipo que era capaz de trenzar jugadas hasta que les pegaban. Un solo equipo se abrazaba y disfrutaba en conjunto. Una sola afición cantaba y animaba a sus jugadores. Yo estoy orgulloso de mi equipo, ese en el que juega una docena de niños de entre cuatro y cinco años y les entrena una persona que mantiene sus valores y convicciones aún a arriesgarse a que el 85% le pueda agredir de pensamiento y palabra en algún momento.

A Victor Hugo se le atribuye una frase que lo resume todo:

"Nada tan estúpido como vencer, la verdadera gloria está en convencer."
Ayer, convencimos… Palabra…

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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Periodismo deportivo

Hoy aparece una noticia en un diario electrónico que me ha dejado totalmente estupefacto. El titular: "El Drama de Contador", en referencia al famoso ciclista español.

Al parecer, le han encontrado clembuterol en sangre, en una dosis mínima, pero se lo han encontrado, y esto parece estar prohibido.

Por si no lo sabes, el clembuterol es un fármaco que se usa para problemas respiratorios actuando como bronco dilatador. Por referencias, es algo parecido al famoso "ventolín". Hablando con un amigo, ciclista de toda la vida, me dice, entre sonrisas, que todos los ciclistas sufren de asma…

Pero a mí todo eso como que me da igual. Se pueden contar tantas historias como se quiera, justificar tantas mierdas como a uno le apetezca, pero en definitiva, es un problema de este señor y la justicia deportiva. Me puede caer lo simpático o antipático que queramos, pero en definitiva, por muy bueno que sea y muy carismático que aparente, no sólo por eso podemos defenderle o atacarle.

Escucho a conocidos decir que no se creen que se haya dopado. Bueno, pues no te lo creas, pero no lo hagas por subjetividades. Si existe un análisis que dice que sí se ha dopado, pues será verdad.

Pero en definitiva, no voy por ahí. Me mola el titular, con afán de venta, en el que se habla de drama, y te ponen una foto del caballero con las manos en la cabeza, en estado de semi-depresión y abatimiento, que lo entiendo.

Drama es el que sufren los padres que están en el paro y no pueden llevar dinero a casa porque los que gobiernan y desgobiernan (estos son los de la oposición) no son capaces de buscar soluciones a los dramas que ocurren cada día. Drama es el de las mujeres que mueren a manos de sus compañeros "sentimentales" aun habiendo interpuesto varias denuncias ante la justicia. Drama es lo que ocurre cada día en países denominados tercermundistas.

Lo de este Sr., Contador, no es un drama, es una putada en toda regla en el caso de que realmente sea inocente, si no, es que es gilipollas y un fraude.

Creo que el periodismo, como todo, es otro fraude, en el que personas con grandes ideales y grandes aptitudes para una profesión apasionante como esa, tienen que acabar corrompiéndose para crear titulares como ese, y así poder vender más periódicos, que, en definitiva, es el fin de todo, sacar más pasta, acabando así con un periodismo serio y de rigor.

Joer papá, si mi tío abuelo levantara la cabeza…

Que vaya bonito,

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