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domingo, 6 de diciembre de 2009

Y tú, ¿por qué me quieres?

Cuánto se habrá escrito sobre el amor. Ese amor entre dos personas, o entre tres, o entre cinco. Ese amor que no tiene nada quever con el fraternal. Ese amor que aparece por primera vez en nuestra adolescencia, que nos obliga a hacer tantas tonterías, que nos llena el estómago de mariposas. Ese amor que hace que no comamos. Que digamos cosas que después pensamos y nos podemos poner incluso colorados... Es algo que me parece tan... dramático...

Siempre se ha dicho eso de que el amor es ciego. Yo pienso que el amor es gilipollas, porque en eso nos convierte. Cuidado, no quiero decir que no esté bien, a mí me encanta, pero lo uno no quita lo otro.

El amor es un estado de egoísmo bárbaro. Estamos por otra persona al 150% y no queremos compartir tiempo con nadie ni nada más y, por supuesto, no queremos que la otra persona comparta su tiempo con otros...

Bueno, eso suele ser lo habitual. Reconozco que yo para eso también soy un poco especialito. Me gusta tener mi espacio y, por qué no, que mi pareja también tenga el suyo. Nunca he soportado a esas parejas que están todo el rato haciéndose arrumacos con cara de tonto y alabándose en todo y a todo momento. Esas parejas que nunca sabes dónde empieza una y dónde acaba la otra. Que te metes de broma con uno, el otro sale en su defensa, que suelta uno un chiste malo, el otro le ríe la gracia. Y luego está el tema de los diminutivos, toooooodo son diminutivos y palabras raras que más bien son para niños pequeños que para adultos. En fin, ya sabes de qué hablo.

Y luego está el amor sincero de un hijo. Brutalmente sincero. Esta mañana, una de mis princesitas se ha venido a la cama con nosotros. Normalmente es algo que no solemos hacer, por aquello de mantener algún espacio totalmente nuestro. Pero hoy tenemos amigos en casa durmiendo y, claro, no íbamos a permitir que los despertaran.

A lo que voy. Para ponerte en antecedentes, te explicaré que a mis hijos les encanta la carne de ternera rebozada. Creo que es un plato que gusta a todos los niños, y a los que ya no lo somos tanto. Ellos, por temas relacionados con las abuelas, y usando los diminutivos, a esta carne la llaman "tiernita". Supongo que, cuando empezaron a comerla, alguien les dijo que era muy tierna... tiernita.

Pues eso, esta mañana, va y nos pregunta que por qué la queremos. "Porque sí" he contestado yo. No encuentro mayor razón, la quiero porque sí, porque no puedo querer de otra forma a mis hijos, es algo totalmente incondicional. Entonces, mi mujer le ha preguntado, con una gran sonrisa en la boca y de una forma muy dulce:

"Y tú, ¿por qué nos quieres a nosotros?"

A lo que ha contestado, también con una sonrisa de oreja a oreja...

"Porque me dais tiernita..." Niños...

Y tú, ¿¿¿por qué me quieres???

Un beso y una sonrisa,

àlex

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