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miércoles, 9 de diciembre de 2009

La Gata Dora

Cuando estás mucho tiempo conviviendo con otras personas, las vas conociendo y vas viendo cuáles son sus pequeñas manías. Yo también las tengo, así que no voy a entrar aquí en una crítica a saco de lo que dice o hace cada cual por aquí. Pero debo reconocer que hay personas con las que me lo paso genial, bueno, con sus manías, con sus poses o con sus ocurrencias momentáneas.

Hay para todo y para todos. Las hay de todos los colores. Las hay que me gustan y las hay que me disgustan, seguramente por mi propia idiosincrasia.

Por ejemplo, está la persona que no te hace ni puñetero caso cuando esta requeteconcentrada. Eso es algo que siempre me ha molestado. A ver, quizás la palabra es más grande que yo, pero es que no puedo. Ya de pequeño recuerdo a mi padre viendo un partido de fútbol, le decía cualquier cosa y, con mucha suerte, igual me contestaba un “aha” sin saber exactamente a qué me estaba contestando. Con el tiempo aprendí a sacar partido de eso, pero no lo voy a decir aquí, sigue siendo mi padre y no quiero que crea que le he podido perder el respeto cuando era chiquitito. Hoy me sigue pasando. Pero de otra forma. Igual escribo un correo electrónico, o escribo cualquier cosa en el Messenger (mamá, pregúntale a papá que es eso del Messenger) y nada, que no me contesta… Joder como escuece… Ya paso. Ya no voy a escribir más correos ni frasecitas por el Messenger a esas personas.

Están los que practican un Swing de golf imaginario a la mínima de cambio. Jo, como me río, aunque sea de forma interior, ¿¿no se ven?? Yo quiero pensar que si que se ven, pero que les importa un huevo lo que pensemos los demás, más les vale, porque si no, lo tienen jodido. Y es que esto del golf da para mucho. Yo me fijo. Si, si, me fijo. Y veo el perfil de las personas que practican este deporte y además trabajan conmigo. Cortaditos por el mismo patrón. Pero bueno, no voy a decir más sobre eso.

Qué decir de los adictos al curro o “Workaholics”. Yo, hay momentos en los que me considero uno de ellos, aunque luego veo que no. Por ejemplo… vale, no, que no pongo nombres. Está el que se pasa tooooooooooooooodo el santo día enganchado a algún instrumento con el que está trabajando. Escribe mails. Comprueba planificaciones. Gestiona recursos. Escribe más mails. Vuelve a comprobar planificaciones… Luego, igual, me dice que a ver si maduro… Pero bueno, no confundamos un tío como yo con un inmaduro. Quizás no doy la imagen de maduro, pero creo que yo ya he madurado lo suficiente como para darme cuenta de lo que es la vida, y no es precisamente trabajar, trabajar, trabajar, trabajar y trabajar.

Y luego está mi amiga M. No pongo más. Que luego todo el que lee esto sabe de quién hablo. Espero que ella sí que se dé por aludida. Ahora no podría explicarte exactamente por qué tengo esta imagen de ella, es por el trabajo, nunca sabes cuándo va o cuando viene. Hay momentos en que es como la gata Dora (si, si, aquella a la que si se la meten grita y si se la sacan llora), pero por favor, evitemos lo relacionado con marranadas. Pero el otro día no había forma de que estuviera contenta. Que era blanco. No le gustaba. Vale, lo pongo blanco. No le gustaba, lo prefería negro…

Mis manías ya las conoces, y si no, no pienso contarlas aquí. Bueno, va, una, nunca me pases la sal directamente en la mano, que dicen que da mal fario.

Que vaya bonito,

àlex

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