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lunes, 2 de noviembre de 2009

Zumo de naranja

Que hay días en los que es mejor quedarse en casa, no lo estoy descubriendo yo aquí ahora. Hay veces que no te lo explicas pero todo parece salir al revés. Por suerte, no tiene por qué pasarle siempre a uno. En algunas ocasiones, esto le pasa a los demás.

Hoy quiero explicarte una historia. Un día. No es un día de furia. Por suerte son esas pequeñas cosas de las que uno, al cabo del rato, puede incluso reírse. Lo que sí que es cierto es que algo debe haber para que te sucedan...

Dos detalles.

A eso de las 6 de la mañana de un lunes, uno no está para muchas bromas. La concentración es escasa. Las ganas son las justas. No estás por lo que tienes que estar. Móntate la escena. Yo, sentado en un taburete alto, tipo barra de bar, con mi cortado en la mesa y un periódico. Él, porque en este caso es él, y no voy a decir que era X. por mantenerlo en el economato (licencia gomaespuma), llega. Coge un zumo de naranja, de esos que van embotellados. Se acerca a la mesa. Lo abre, desenroscando, para escuchar el "pop" del vacío. Seguro que lo estás viviendo. Deja el zumo encima de la mesa. Va a buscar un cortado. Vuelve. Feliz. Seguro de sí mismo. Queda poco para coger el tren y partir a Madrid.

En ese momento, decide que va a beber el zumo de naranja. Claro. Lo sabes. Todo buen zumo debe ser agitado antes de usarse. Lo coge con la mano. Lo agita.

Lo siguiente, si has estado atento, queda claro. Lo abrió. Dejó el tapón sobre la botella, pero desenroscado. Al primer movimiento, un chorro de zumo de naranja sale tras el tapón, que se va al techo. Ese primer chorro acaba en su camisa. El segundo, viene hacia mí. Yo, en un movimiento inusitado, del que ni siquiera me veía capaz, doy un salto cual gato salvaje y consigo que sólo me manche en la rodilla izquierda y los zapatos. Lo que hace la adrenalina y el miedo. Es impresionante. Llegamos a realizar actos reflejos y físicos que creemos que son inalcanzables para nosotros.

Supongo que imaginas que él ha terminado cambiándose de camisa. Mi pantalón está impoluto. No sé si es porque es un pantalón de una calidad media o si, sencillamente, el zumo de naranja no mancha.

Ya en el tren, el segundo asalto. Estando ya sentados, se encuentra un hilo que aparece cerca del botón de uno de sus puños. La camisa, como recordarás, recién puesta. "Uy, este hilito". Tira. Botón al traste. Resulta que el hilito era el mismo que permitía que el botón retara a las leyes de la gravedad quedándose en su sitio, vamos, que era con el que estaba cosido.

El día no ha ido mejor ya en Madrid. Comer en un chino (sí, en un chino, una semana después de volver, a un chino... sin comentarios). Cenar en la oficina una pizza él y yo solos porque los demás... Bueno, es igual. Seguramente algún día comentaré aquí las relaciones entre una persona como yo y otras que no son como yo y, además, tienen ocho o nueve años menos. Creo que lo pasaremos bien. Hablaremos de los juegos de los niños... que lo veo muy relacionado (sí, sí, lo de mamás y papás, el monopoly, policías y ladrones, quién es el jefe de la banda...).

Te dejo, creo que ha llegado la hora de acostarse. Ha sido un día duro, y mañana no pinta mejor.

Que vaya bonito,

àlex

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