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lunes, 16 de noviembre de 2009

Héroes en la sombra

Todos tenemos nuestro súper héroe favorito. Recuerdo los tebeos de la Marvel. Spiderman, Superman, Batman, los Cuatro Fantásticos…

Después pasaron a la pantalla de cine. Qué momentos aquellos en los que salías intentando alzar el vuelo como… Te sentías el rey de la creación. Eras lo más de lo más.

Te haces mayor y tus valores y principios van cambiando. Todo se va modificando. Te has dado cuenta de que tu héroe es tu padre. Él todo lo puede. Él todo lo hace. Cualquier cosa que necesitas te lo consigue él.

Sigues creciendo y entonces, y sólo entonces, descubres a tu héroe real. Lo haces un poco más tarde. Aunque siempre lo has tenido claro. Cuando te caías en el parque ese héroe calmaba tu llanto. Cuando tenías fiebre, ese héroe venía, apoyaba suavemente sus labios sobre tu frente, y se quedaba contigo hasta que te volvías a dormir. Si tenías una pesadilla, ahí estaba. Siempre estaba ahí. Ese héroe, lo tienes claro, no era tal héroe, era una heroína. Era tu propia madre. Esa mujer que siempre velaba por ti. Esa mujer que lo había dejado todo en la vida por estar contigo cuando la necesitabas. En mi caso sigue estando ahí.

En muchas ocasiones he oído que los hombres siempre somos un niño pequeño. Un niño que cambia los brazos de su madre por los brazos de una mujer que se convierte, en algunos casos, en una segunda madre. Yo creo que no es mi caso. No seré, seguramente la persona adecuada para afirmarlo, pero estoy en la absoluta seguridad de que, dado mi estilo de vida, soy más independiente de lo que muchos puedan llegar a pensar.

Al final, te das cuenta de lo que realmente es un héroe. Y yo, en ese caso, si que he cambiado de una mujer a otra, porque soy consciente de que vivo con una auténtica heroína. Una heroína en la sombra.

Los cimientos de los edificios no se ven. Sólo vemos la fachada. Si podemos entrar en ellos, vemos su interior, pero los cimientos, esos, nunca los vemos. Todos sabemos, de cualquier manera, que son los que sostienen aquello que se ve. Si los cimientos fallan, toda la estructura se hunde. La que podía ser una hermosa fachada, entonces se cuartea, se resquebraja, quedando a la vista algo totalmente modificado, algo que ya no cumple con unas simetrías o unos cánones relativos a la belleza que sean los adecuados. Te parece feo, pobre, ruinoso.

Yo sé que me quejo, en algunas ocasiones, de mi vida. No de ella como un todo, si no en algunos aspectos. Vivo una vida relativamente cómoda. Cómoda para alguien egoísta que busca tantos momentos de independencia. Momentos de independencia que tengo gracias a la vida que me ha tocado vivir. En definitiva, disfruto de una relativa buena situación. Quizás, como ya sabes, lo que peor llevo es estar toda la semana fuera de casa, sin ver a los míos, sin ver, sobre todo, a los críos. Los hijos transforman tu escala de prioridades. Ellos están en la línea de salida, son lo primero. Puedes estar durante la semana sin ver a tu pareja. Hablando con ella por teléfono. Enviándote románticos correos electrónicos. Pero los de los hijos, es más complicado.

Y debo reconocer que mi status actual no sólo lo debo a mi gracia y a mi inteligencia (esta última bajo sospecha de no existir desde hace ya mucho tiempo). Todo lo que tengo, a día de hoy, a parte, por supuesto, de la herencia que me han dado mis padres (y no me refiero a una herencia material) se lo debo a la gran heroína de mi vida.

Porque en mi vida hay un héroe. Y no es de cómic. Tampoco de cine. Es un héroe de carne y hueso. Un héroe que trabaja, cuida a los niños, cuida la casa, cuida de mí… se olvida de ella…

Creo, de una forma apasionada, que la mujer está muy por encima nuestro, de los hombres. Creo que el hombre no es el rey de la creación, lo es ella. Los hombres siempre culpamos, ya sea de broma o en serio, a las mujeres de todo lo malo que ocurre. Ha sido siempre así, desde el principio de los tiempos, pero creo que ella es la que consigue que el mundo funcione. El problema es que lo hace entrando cada día por la puerta de atrás. Haciendo todo el trabajo sucio, en plan “grupo de élite”, y volviendo a salir al final del día por la misma puerta… para que nosotros nos pongamos la medalla.

Cuando somos niños nos damos cuenta de quién es el rey de la creación. Nuestra sociedad, una sociedad que todavía soporta grandes lastres en cuanto a discriminación se trata, hace que sea así.

Afortunadamente, cada día hay más mujeres que salen hacia delante y demuestran que están por encima de nosotros. Se levantan temprano, visten a los niños, los llevan al colegio, se van a trabajar. Un trabajo que en muchas ocasiones han reducido en horas (no en trabajo real) sacrificando un futuro prometedor. Un trabajo en el que les pagan menos por esa reducción de jornada, pero en el que siguen desarrollando exactamente el mismo trabajo que hacían cuando trabajaban las preceptivas ocho horas. Vuelven a casa. Preparan la comida. Ponen lavadoras. Se preocupan de que haya todo lo necesario. La ropa de los niños… Van a buscarlos al colegio. Les llevan la merienda que han preparado mientras hacían otra cosa. Los llevan al parque. Los llevan a casa. Los bañan. Preparan la cena. Los acuestan. Les cuentan un cuento… Tienden ropa. Recogen los trastos que han quedado por en medio…. Se dan una ducha rápida… Se van a dormir pensando en que mañana hay que volver al ataque…

¿Eres un hombre? ¿Pensamos en esto? ¿Cambiaremos algo?

Darles las gracias no es suficiente. Escribir esto tampoco lo es. Dedicarlo menos. Pero hoy lunes, es la mejor forma que se me ocurre de hacerles un pequeño homenaje o un pequeño reconocimiento...

Cuando era pequeño tenía muchos héroes. Luego descubrí a una. Las heroínas de la vida. Las mujeres que se preocupan por nosotros…

Que vaya bonito,

àlex

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