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jueves, 11 de junio de 2009

Noche del martes

Hace unas semanas, compañeros ingleses nos comentaban que la noche del martes era, exactamente, la noche de la semana. La noche de la fiesta. Aquí en Crawley es la noche de las azafatas.

No teníamos muy claro que significaba eso, pero tras mucha insistencia por parte de estos compañeros, este martes decidimos acompañarles a dicha fiesta. Nos invitaban a ir al bar “Med”. Sí, un bar, al menos eso es lo que dice el nombre.

Por la tarde jugamos un rato a básquet. En mi equipo jugó un compañero al que yo me voy a permitir el llamarlo Cannavaro, por su parecido, en mi opinión, al ya ex-jugador del Real Madrid. Un tío bajito. Fuerte. Simpático. Con ninguna idea de jugar a este deporte. Con ninguna idea sobre el juego en equipo. Acabamos hasta las mismísimas narices. Un aburrimiento total. Está claro que éste no es el deporte de los ingleses.

Después de ducharnos, nos fuimos a un mejicano. Joer que sitio. Allí nos esperaban algunos de los compañeros españoles. No estaban todos. Cuando llegamos allí, nos tomamos unas cervezas mientras esperábamos que un servicio de lo más penoso, tardara más de lo que cualquier persona con sentido común pueda aguantar. Encima, la música era a base de rancheras y paso dobles. Horrible. Estuvimos allí un buen rato. Hasta las 11:30. Pagamos 180 Libras por la cena. 90 en cervezas. Brutal.

Llegamos al “Bar Med”. Aquello era una discoteca. Nada de un bar. Típica estampa americana. Cola en la entrada. Dos gorilas en la puerta. Tú sí. Tú no. Tú llevas bambas (playeras, deportivas, Tenis), no entras. A J. le iluminaron con una linterna el calzado. Se miraron. Uno le preguntó al otro qué pensaba. Le hicieron levantarse un poco la pernera del pantalón mientras seguían iluminándolo con la linterna. Mientras, fuera, dos chicas. Una rubia y una morena. Bastante “agraciadas”. Con un pantalón brillante. Ajustadísimo al cuerpo. De aquellos que te preguntas “cómo se ha metido ahí dentro”. La parte superior, un biquini fosforito. Llamaban la atención de todos los tíos. Aquello prometía.

Una vez dentro, una copa. Un tequila. Mucha gente. Un gran bullicio. Al parecer es cierto que ellos salen a esas horas. Ellas visten bastante provocativas. Ellos rozan el ridículo intentando cazar. Nosotros nos reíamos. Nos reíamos muchos. Mirábamos allí. Mirábamos allá. No nos creíamos lo que veíamos. Poca ropa. Poca ropa interior. Roce. Mucho roce. Al final tenías que quitarte de en medio. La música era la típica chumba chumba. Acabas loco. Aquella que, cuando te acuestas, sigues escuchando un pitido.

Yo llevaba una chaqueta con capucha. Negra. Está claro que no la llevaba puesta, la capucha. Se me acercó un segurata y me pidió amablemente que me la quitara. Lo hice. Si no, seguramente estaríamos fuera antes de tiempo.

Por cierto, fuimos sólo 4 de nosotros. Pero éramos suficientes. Un buen número para reírte mucho. Además, la copa te ayuda a reírte más.

Cierran a las 2. Nosotros nos íbamos a la una y cuarto. Riendo por el camino. Mucho. Reconozco que me lo pasé muy bien.

Divertidos bares los de este pueblo. Al parecer, en breve tendremos piso por fin, por lo que abandonaremos por fin esta vida de hotel. 5 meses de hotel son una barbaridad. Son un hastío. Pero ya te contaré.

Buenas noches y buena suerte,

àlex

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