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martes, 25 de agosto de 2009

Cuando no hablo yo... me aburro

Pepe, el gran Pepe, hizo suya aquella frase de "cuando no hablo yo, me aburro".

Ya soy mayorcito, no nos engañemos, máxime si me comparas con los pipiolos (desde el cariño, el respeto y la admiración) con los que suelo compartir mi día a día. Hace ya unos días que corro por este viejo y maltrecho planeta. Llega un momento que uno tiene que saber dónde está, lo que hace bien, y lo que no hace tan bien. Uno tiene que ser capaz de reírse de sí mismo, de dejarse de puñetitas y de mirar a la cara a la vida.

Yo siento que estoy en esa posición. Voy capeando el temporal. Voy hacia adelante y creo que no debo quejarme demasiado, aunque tampoco voy a compararme con los que están peor. No voy a ser yo el que encima los machaque más.

En llegando a este punto, seguro que tú, con muy buen criterio, te estás preguntando "¿qué coño me está contando este tío a estas horas de la noche?".

Bueno, no tengas tanta prisa. Los buenos libros tienen un prólogo y, desgraciadamente, hasta los malos lo tienen. Yo te he montado así, sin pensarlo, sin censurarlo, escrito de corrido, tal y como me ha salido, un prólogo para esta entrada, ya la consideres después buena o mala. Ahora voy a lo que iba.

Te comentaba lo de el gran Pepe, que se aburría cuando no hablaba él. Pues bien, estoy llegando a la conclusión de que a mí me viene pasando algo parecido.

Me veo en reuniones lúdico-festivas con los amigos/compañeros. Te lo mires por dónde te lo mires, yo siempre estoy en la pomada. Siempre estoy ahí, luchando, trabajando duro, con el fin de evitar silencios incómodos o para conseguir arrancar una carcajada incluso de aquel que nunca cambia la cara. Cuidado, tampoco es que esté diciendo que es un sacrificio, claro que no, seguro que lo llevo en los genes y me encanta ser el centro de atención, pero joer, que llega un momento que los demás te toman como el mono de feria.

El último jueves aquí, en Horsham. Lo recuerdas? Te lo he contado, la noche en que hicimos una despedida que de poco ha servido. Pues bien, aquel día, por la tarde, cuando sabíamos los que íbamos a cenar y a tomar una copa, rápidamente surgió alguien que me dijo "Àlex, ¿tú eres consciente que hoy nos va a tocar llevar el peso de la fiesta?"

Coñe, de verdad, que no me había planteado esto nunca así. Que ya parecemos profesionales. Que vamos a acabar montando una empresa de payasos o algo así.

De cualquier manera, y para que nadie se sienta ofendido por mis palabras, que no es mi intención, debo decir que me encanta. Me lo paso teta viendo cómo los demás se lo pasan bien. Ayudando un poquito a que dibujemos, al menos, una sonrisa en la cara. Si ya se consigue arrancar una carcajada pues ya es la leche. Además, te das cuenta de que, al final, cuando estás tan lejos de casa, lejos de los tuyos, buscas eso, salir del trabajo, después de un día complicado, y echarte unas risas. A mí me hace sentir feliz. Me hace sentir vivo.

Pero si no hablo yo... me aburro. Plasta!!! Que eres un plasta!!! (yo, claro)

Alguna vez he hecho la prueba. Me he callado (sí, aunque no te lo quieras creer, he aguantado un rato callado). Y ya no es lo mismo. Parece que en el grupo se cree una dependencia sobre la persona que lleva el peso de la conversación. Nadie sabe que decir. Es de lo más gracioso.

Supongo que cada uno de nosotros tiene su fuerte. Esa característica que lo diferencia de los demás. Unos son guapos. Otros son cachas. Otras rubias. Con un cuerpazo. Otros sin embargo, nos tenemos que conformar con tener un poquito de labia y, a veces, también un poquito de gracia.

Sonríe, hace juego con cualquier prenda de ropa que te pongas.

Que vaya bonito,

àlex

2 comentarios:

  1. Cuando te aburras pon el TeleMonegal...Ahí puedes dejar que hablen y te partes el culo igual :D

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  2. No es lo mismo... Ese tío me pone de los nervios...

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