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jueves, 28 de mayo de 2009

¿Qué hacen tres tíos con camiseta del Barça en un Pub de UK viendo la final de la Champions?

Ayer el día nos recibió frío y lluvioso. Era el principio de lo que trece horas y 45 minutos después iba a convertirse en la mayor alegría futbolística de la historia.

Desayunamos con aparente tranquilidad en la cafetería del hotel. Yo, un croissant y un café con leche. Se veía la tensión. Sí, lo sé, no es más que un partido de fútbol, pero ya estábamos nerviosos y contando las horas que restaban hasta el inicio del match. Sabíamos que por la tarde nos íbamos a ver las caras con la afición de un equipo inglés. Hasta ayer, el mejor de Europa. El equipo de Cristiano Ronaldo.

Al llegar a la oficina, el primer aviso. Una camiseta roja con las letras AIG en blanco puesta de manera impecable sobre el respaldo de mi silla. Risas. Primer comentario con los hinchas del equipo local. Del equipo inglés. Lo tenían claro. Iban a ganar. El Barça no merecía estar en la final. Ocupaba la plaza del Chelsea.

Estaba claro que nadie iba a poner las cosas fáciles. Al menos, nos hicimos la primera foto de hermandad de las aficiones. Una foto con un hincha del Manchester. Un compañero de trabajo (se sienta delante de mí en la oficina) inglés.

Las horas fueron sucediéndose. Íbamos contando los minutos. A la hora de la comida no se habló nada de fútbol. Máxima concentración. Máximo sigilo.

Estábamos convencidos que iba a ser una victoria. Sabíamos que íbamos a sufrir como nunca. Sabíamos que el Barça podía hacer historia. Que era el último sprint para llegar a la meta. Liga, Copa y Champions en el mismo año. Ningún otro equipo español había conseguido ese hito. Nuestro eterno rival no lo había conseguido tampoco.

A las 19:15 vestimos nuestros colores de guerra. Nos pusimos nuestra camiseta del Barça. Al principio éramos sólo dos osados. Encaramos el camino hacia “The Bear”. Allí ya había mucha gente. Nuestra entrada no pasó desapercibida. Todo el mundo nos miraba. Todo el mundo hablaba en voz baja. Poniéndome en su piel, sólo se me ocurre preguntar: “¿Quiénes son estos locos?”. El pub es pequeño. Había mucha gente. De repente, aparecieron de debajo de las chaquetas unas pocas camisetas rojas del Manchester. Nadie decía nada. Risas tímidas. Nervios a flor de piel.

5 minutos antes del partido, un hombre trajeado y con una corbata de un color un tanto chillón, se nos acercó para decirnos que su equipo iba a ganar. Reímos. Sabíamos que se equivocaba. Sabíamos que la de anoche era la nuestra. Era nuestra noche. Nuestra noche mágica.

El árbitro dio el pistoletazo de salida. Nosotros ya cantábamos. Ya nos dejábamos la voz en animar a nuestro equipo. En demostrar que éramos pocos, pero podíamos gritar más. Bebíamos cerveza. Estábamos contentos. Iban llegando más españoles al pub. Nos sentíamos arropados por ellos. No, no son culés, pero en definitiva, son españoles. Sabían a quién tenían que animar. Sabían que el Barça era el equipo.

Empezamos mal. Empezamos del mismo modo que empezamos la liga. Los primeros 10 minutos fueron de continuos gritos de miedo. Los primeros 10 minutos fueron un vendaval rojo. En los primeros 10 minutos vimos nuestras primeras carencias defensivas. Sufríamos. Gritábamos. Los hinchas del Manchester jaleaban a sus jugadores. Lo veían claro. Veían a un Barcelona contra las cuerdas. Nosotros también.

A los 10 minutos Dios se disfrazó de jugador de fútbol. A los 10 minutos Samu, samueleto como le llamaban aquí, se hizo con el toque divino. Recortó. Un recorte fácil. En apariencia. Un recorte que dejó a su defensa preguntándose a dónde había ido. Picó el balón. Lo vimos en cámara lenta. Vimos como la mano del portero tocaba el balón. Lo acariciaba. Parecía decirle “I love you”. Pero el balón no estaba con él. El balón se había aliado con Samuel. Hacía lo que el quería. Y acabó en su lugar natural. En el fondo de la red.

Llegó nuestro delirio. Ya éramos 3 camisetas del Barça. Una provocación. Saltábamos. Gritábamos. Cantábamos. Estábamos como locos. Contentos. 10 minutos. Sólo 10 minutos. Un Etoo que acababa de perder el pichichi de la liga y la bota de oro, conseguía un golazo a los 10 minutos. Los aficionados del Manchester nos miraban. Nos miraban con envidia. Sabían lo que les quedaba por delante. Sabían que los siguientes 80 minutos iban a ser de sufrimiento. Pero nosotros también lo sabíamos. Nosotros también íbamos a sufrir. Necesitábamos otro gol. Necesitábamos que Dios volviera a bajar a disfrazarse de jugador de fútbol.


Se unió a la fiesta un escocés. Un tipo gracioso. Con unas cervezas de más. Aficionado al Celtic. Cizañero. Nos pedía “Dos Saint Michel”, en alusión al anuncio de la marca de cerveza española.

Contábamos los minutos. Veíamos que el Barcelona tocaba el balón. Veíamos que el Manchester no sabía qué hacer con él. Veíamos que el Manchester erraba una y otra vez. Queríamos que finalizara la primera parte.

Durante el descanso llegaron las bromas de algunos hinchas rivales. Nos decían que íbamos a acabar en un contenedor de obra. Entre risas. Era una broma. El equipo local iba perdiendo. Nosotros no parábamos de gritar y cantar. Nosotros no parábamos de animar a nuestro equipo.

Los cánticos se intercambiaban. Nosotros, a la izquierda del pub. Los hinchas del Manchester a la derecha. Cantaban ellos. Respondíamos nosotros. Cantábamos nosotros. Respondían ellos. Cantaban “Argentina, Argentina” cuando vieron que Carlos Tévez iba a saltar al terreno de juego. Nosotros respondimos con un “Meeeeeessi, Meeeeeeessi” mientras en la pantalla aparecía él, Leo, Messi. Contestaron con un aplauso. Bien traído. Bien contestado.

Al inicio de la segunda parte, se acabó la fiesta. Dos hinchas ingleses se liaron a tortas. Allí se acabó el buen rollo. Se acabó la fiesta. Nadie más cantó ya. Nos asustamos. Nos sentíamos incómodos. Nos sentíamos observados. Estudiados. Nos sentíamos objetivo. En aquel momento me plantee si había sido buena idea ponerse la camiseta. Pero sí, íbamos a aguantar hasta el final. Pasara lo que pasara.

La segunda parte fue claro dominio del Barça. El Manchester continuaba sin saber qué hacer con el balón. No había grandes oportunidades. Nosotros veíamos el partido con un ojo y con el otro observábamos a los que habían estado involucrados en la pelea. No nos fiábamos.

Minuto 65. Ya quedaba menos. Queríamos otro gol. Decíamos algo tímidamente. No nos atrevíamos a cantar. Llego el 70. Llegó la pulga. Llegó Messi. Llegó a un balón por alto. Lo que no había podido hacer con el pie durante el encuentro, lo hizo con su cabeza. La cabeza de Dios. Otro argentino al que la divinidad había tocado una parte de su cuerpo. Esta vez no fue la mano. Esta vez fue la cabeza. Leo mandó el balón al fondo de la red. Movió la cabeza de un lado hacia el otro. Mandó el esférico al otro lado de la portería. Al lado al que el portero no iba a llegar.



Más delirio. Con miedo. No hicimos una gran celebración. No cantamos. No estaba el horno para bollos. Nos habían amargado la fiesta. Era nuestra fiesta. Era nuestra noche. Nuestra noche mágica. Habíamos ganado la Champions.

No puedo decir que la experiencia de ayer fuera mala. Desgraciadamente tampoco puedo decir que fuera buena. Lo que tenía que ser una fiesta del fútbol, dos desgraciados que no saben beber la convirtieron en un “espero que acabe el partido y me piro”. No hubo celebraciones allí dentro. Por fortuna, algunos aficionados del Manchester se acercaron hasta donde estábamos nosotros a estrechar nuestra mano. A felicitarnos deportivamente. A reconocer que ayer sólo hubo un equipo que mereciera ganar. El Barça.

Al salir, llamamos a los nuestros. Cantamos por la calle. Celebramos. Escuchamos el ambiente en Barcelona a través de un teléfono. Se nos ponían los pelos de punta. La emoción invadía todos los rincones de nuestro cuerpo.

Qué simples somos. Que fácil nos contentamos. El fútbol. Su grandeza. No podemos evitarlo.

Nos tomamos la última en el hotel. Nos fuimos a dormir contentos. Sabiendo que al día siguiente volvemos a casa. Con los nuestros.

“Vini, Vidi, Vici” Victoria en Roma.

Buen viaje si también regresas hoy a casa.

àlex

2 comentarios:

  1. Muy bueno, y felicidades culés!!!!!

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  2. Dedícate de una vez por todas a escribir!!! Pleassssssssssse!!!

    Naty
    futura ex GFT y futura emagine

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