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martes, 12 de enero de 2010

La soledad del líder

Por mucho que nos neguemos a aceptarlo, es cierto que las personas tenemos cierta tendencia a tener dos caras, la buena y la no tan buena. Cada una la ofrecemos a aquellas personas dependiendo del interés que nos puedan generar.

El poder. A todo el mundo le gusta el poder. Ya sea un poder pequeño o un gran poder. La gran mayoría de la gente a la que conozco, aspira a tener poder sobre algo o alguien. La erótica del poder. A otro grupo de personas, les atrae la gente que tiene poder, porque saben que nunca van a conseguirlo por ellos mismos, y prefieren vivir bajo el ala de aquel que si que lo tiene, para poder ejercerlo de alguna forma, aunque sea mediante influencias.

A veces, las que hemos conocido como geniales, al sumárseles el poder, se convierten en, digamos, otro tipo de persona. Son aquellas que, catalizado por el poder, se convierten en auténticos hipócritas, cínicos, embusteros y algún que otro adjetivo que hoy no voy a escribir.

Personas que son capaces de decirte una cosa a ti y luego, cuando necesites que confirmen lo que te han dicho, te pueden llegar a responder con un "lo tienes por escrito?".

Ese grupo de personas que creen ser maduras, que creen en la ilusión del poder, dentro de un entorno limitado. No se dan cuenta de que al salir de ese entorno limitado ya no tienen poder, que el poder, ahí fuera, lo tienen otras personas, que conocen mejor los entresijos del exterior. Porque no nos engañemos, el poder no es más que eso, una ilusión. Y esa ilusión hay que saber utilizarla.

Creo que no hay mayor poder como el de ser capaz de capitanear un barco con una tripulación totalmente feliz. Con una tripulación que tú sepas que es capaz de dar la vida por ti. Capitanear un barco con una tripulación que, en el momento en que te das la vuelta, lo único que puede decir sobre ti son cosas malas, no es usar bien el poder.

Algunos, que se han sentido así de solos porque han mantenido una dictadura en la que todo el mundo les sonreía y les ponía buena cara pero los ponía a parir cuando se daban la vuelta, lo han llamado "la soledad del líder".

Hoy ha sido un mal día. Pero yo me siento bien. Me siento querido. Voy a dormir a pierna suelta sabiendo que mañana será un día más en el que sacaré, de lo peor, lo mejor, y la ilusión del poder no me hará estar seguir subiéndome a un castillo construido sobre las personas a las que he tratado mal o pisoteado, porque serán esas mismas personas las que me harán caer desde lo más alto en cuanto tengan la mínima oportunidad, y seguro que estarán esperando a que llegue su momento, como todos.

"El burro acepta todas las maletas, sólo para caminar al frente de la tropa." La frase, como de costumbre, no es mía, es de un señor llamado Valeriu Butulescu, de Rumanía. Que cada uno saque sus propias conclusiones al respecto.

Buenas noches y buena suerte,

àlex

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